Andean women open space with education and entrepreneurship
Gisela is the only woman in the group who wears jeans and not the typical embroidered and colorful skirt. In full harvest, in a potato field in the Peruvian community of Huayana, this young woman is pleased that the role of women, who have traditionally always been behind men, is changing.

Although agricultural work is still the main economic activity for women, it is no longer the only alternative.
“The women tell me that the man spoke for them, their opinion did not count and the decision they made did not count either. But this is changing, little by little the woman is empowering herself and she is taking important roles in each situation, ”she told EFE, hopeful Gisela Ubaqui, 21 years old.
Slow forward
Ubaqui studies environmental engineering in Andahuaylas, a small town in the department of Apurímac, to learn and thus promote the family agricultural business.
But next to her, two women barely 10 years older did not have the same luck. One of them said that she could not study because her older brother did it and there was no more economic capacity in her house; The other young woman recognized that she is the one in charge of taking care of her parents who are older.
“Women are gradually gaining access to more education, which until a few years ago was intended only for men, due to the legacy of the hacienda systems,” environmental engineer Javier Llacsa told EFE.
El experto es responsable del proyecto Agrobiodiversidad que protege a Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (Sipam), articulado por los ministerios peruanos de Ambiente y de Desarrollo Agrario y Riego, la FAO y Profonanpe, fondo ambiental privado de Perú.
Esta falta tradicional de acceso a la educación ha generado que menos mujeres ocupen puestos de representación.
Roles tradicionales
Más allá de la relación de la mujer con elementos sagrados, como las semillas o la relación del agua y la fertilidad, el rol de la mujer bajo la tradición andina se comprende solo en pareja con el hombre.
“Hay una complementariedad ancestral; el varón no es pleno sin la mujer y la mujer no está plena sin el varón”, explicó Llacsa, al indicar que en estas comunidades altoandinas, tradicionalmente, el hombre se encargaba del campo y la mujer de la crianza de los hijos y de los animales, y normalmente también de las finanzas.
“Generalmente se trabaja en pareja; eso no quiere decir que las mujeres no tengamos participación o que estemos excluidas, sino que mantenemos todavía ese quizás nerviosismo del qué dirán”, señaló en el mismo campo de cultivo la facilitadora de las comunidades campesinas con el proyecto Agrodiversidad, Ana Sierra.
Sierra observa en su día a día cómo la mujer sigue estando un paso por detrás de sus maridos y afirma que una de las barreras a derribar para empoderar a las mujeres es la vergüenza o la timidez a la hora de expresarse, lo que está provocado por una falta previa de educación.
La facilitadora explicó que, pese a los roles tradicionales, las mujeres, al trabajar con sus maridos, tienen también los mismos conocimientos sobre los cultivos y resaltó que son las mujeres las que intentan, cada vez más, buscar formas de aumentar los beneficios económicos y emprender nuevos proyectos en negocios familiares.
Sin embargo, en los poblados de los Andes peruanos es posible apreciar que, mientras los hombres pueden vestir camisetas de equipos de fútbol y deportivas, el aspecto de las mujeres andinas parece detenido en el tiempo.
Llevan el pelo largo negro, siempre recogido en trenzas, el sombrero negro, una manta a la espalda en la que cargan tanto a los bebés, como a productos agrícolas, y varias capas de ropa colorida para protegerse del frío, que contrasta con las piernas desnudas.
Cambio generacional
Pero este panorama está cambiando lentamente, en gran medida por la influencia que estas comunidades tienen con el exterior y el acceso de las más jóvenes a las redes sociales.
“Veo mujeres saliendo del tradicional esquema cada año, y pienso, ella no está sumisa como su mamá”, señaló Ubaqui.
Un tema que sigue siendo tabú, pero que, poco a poco, y gracias a este progresivo empoderamiento va saliendo a la luz, es del maltrato físico a las mujeres. “Cada vez se calla menos”, señaló Sierra, puesto que tradicionalmente era algo que ellas soportaban en el silencio de sus hogares y ahora se combate.
Frase: “Las mujeres van accediendo poco a poco más a la educación, que hasta hace unos años estaba dedicada exclusivamente a los varones”. Javier Llacsa. Ingeniero ambiental